domingo, 10 de noviembre de 2013

Michael J. Sandel: Los límites morales del mercado

Recién terminé leer el libro de Michael J. Sandel “Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del Mercado” (Debate, 2013).

Este trabajo de Sandel se concentra en la expansión de la influencia del mercado y los efectos de su ingreso en las más diversas esferas de la vida social.

El libro, pensado en el contexto norteamericano, está lleno de ejemplos sobre la mercantilización de la vida social, y busca repensar el papel y el alcance de los mercados en nuestras prácticas sociales, en nuestras relaciones humanas y en la vida cotidiana.

Para Sandel, en las últimas décadas se ha producido una transformación donde hemos pasado de TENER una economía mercado (donde el mercado es visto como una herramienta, valiosa y eficaz para organizar la actividad productiva) a SER una sociedad de mercado (el mercado como una forma de vida, donde los valores mercantiles penetran cada aspecto de las actividades humanas).

Los argumentos en contra de esta expansión del mercado son principalmente dos:

1) La producción de desigualdad: En una sociedad en la que todo está en venta, la vida resulta difícil para las personas con recursos modestos. “Cuantas más cosas puede comprar el dinero, más importancia adquiere la abundancia (o su ausencia)”.
 “Si la única ventaja de la abundancia fuese la posibilidad de comprar yates y coches deportivos o de disfrutar de vacaciones de lujo, las desigualdades en ingresos y en riqueza no importarían mucho. Pero cuando el dinero sirve para comprar más y más cosas –influencia política, cuidados médicos, una casa en una urbanización segura y no en un barrio donde la delincuencia campa a sus anchas, el acceso a colegios de élite y no a los que cargan con el fracaso escolar–, la distribución de ingresos y riqueza cuenta cada vez más. Donde las cosas buenas se compran y se venden, tener dinero supone la mayor de las diferencias.”

2) La corrupción: Este argumento es más difícil de describir, se refiere a la “tendencia corrosiva de los mercados”. A la idea que “poner un precio a las cosas buenas de la vida puede corromperlas”.
“Los economistas a menudo dan por supuesto que los mercados son inertes, que no afectan a los bienes intercambiados. Pero esto no es cierto. Los mercados dejan su marca. En ocasiones, lo valores mercantiles desplazan a valores no mercantiles que merecen ser protegidos.”
En el libro Sandel argumenta que los mercados no solo distribuyen bienes, sino que también expresan y promueven ciertas actitudes respecto a la cosas que se intercambian. Sandel utiliza de ejemplo los incentivos que se están comenzando a implementar en diversas escuelas donde se paga a niños por leer libros, el resultado de estos incentivos puede hacer que los niños lean más, pero también les enseña a ver en la lectura una tarea más que una fuente de satisfacción en sí. Otro ejemplo, es adjudicar plazas para el primer curso escolar al mejor postor, esto podrá incrementar los beneficios del colegio pero también mina su integridad y el valor de su diploma.

Cuando decidimos que ciertos bienes pueden comprarse y venderse decidimos, al menos de manera implícita, si es apropiado tratarlos como mercancías, como instrumentos de provecho y de uso. Sin embargo –agrega– no todos los bienes se valoran propiamente de esta manera. El caso más obvio es son los seres humanos: la esclavitud fue tan atroz porque trataba a las personas como mercancías que podían comprarse y venderse en subastas. Este trato no puede valorar adecuadamente a los seres humanos; como seres merecedores de dignidad y respeto, y no como instrumentos de ganancias y objetos de uso.

Algo similar puede decirse de otros bienes y prácticas que merecen respeto. Por ejemplo, no permitimos que las personas vendan sus votos, por más que haya personas dispuestas a comprarlos. Por qué? “Porque creemos que ciertos deberes cívicos no deben ser considerados asuntos privados, sino que han de contemplarse como responsabilidades públicas. Adquirirlos es degradarlos, valorarlos falsamente.”

En definitiva, –concluye– ciertos bienes resultan degradados o corrompidos cuando son tratados como mercancías.

Un excelente libro que tiene la finalidad de promover un debate serio sobre el papel y el alcance de los mercados.

jueves, 7 de noviembre de 2013

¿Es ilegítimo el voto de los bolivianos en el exterior?

El politólogo Carlos Cordero Carraffa publicó una columna hoy (7/11/13) en El Deber (acá) donde destaca que el voto de los bolivianos en el exterior es una vulneración de los derechos políticos de los bolivianos residentes en Bolivia.

Para Cordero, aunque el derecho a votar para elegir presidente y vicepresidente esté incluido en la Constitución (art. 27) “ello no significa que sea justo ni legítimo que voten por candidatos a la Presidencia. Es simplemente legal pero abusivo”.

Las razones de Cordero para calificar de ilegítimo el voto de los bolivianos en el exterior es que el alto número de bolivianos que residen en otros países pueden definir quién es el próximo presidente, este argumento es impulsado por la idea que no es legítimo que participen (y decidan) una elección quienes ya no forman de una comunidad, y a los cuales los efectos de su decisión no se aplicarán.

Con esta visión, Cordero presenta una objeción “democrática” al voto en el exterior: únicamente el lugar donde una persona decide vivir indica su pertenencia y fundamenta su derecho a participar de las decisiones colectivas de esa comunidad, por lo tanto –según Cordero– es injusto que elijan presidente quienes ya no están en el país, y considera una intromisión e imposición para los bolivianos que sí se encuentran en el país.

Sin embargo, contrariamente a lo que piensa Cordero el asunto merece consideraciones más profundas. En primer lugar, la motivación de los actores políticos o consideraciones estratégicas no deben opacar la extensión de los derechos de la ciudadanía. Sin duda en nuestro país los cálculos electorales y las consideraciones pragmáticas son las principales razones para la implementación del voto en el exterior (el MAS sabe del respaldo que cuenta entre los migrantes), sin embargo el voto en el exterior tiene un sentido especial en el contexto del mundo globalizado.

En segundo lugar, hay que reconocer que el nivel de migración alcanzado desde finales del siglo XX a la fecha es alarmante. Una inmensa cantidad de compatriotas viven fuera del país, lejos de su comunidad a la que culturalmente pertenecen. Esta migración impulsada por razones educacionales, laborales o familiares no implica que se rompan los lazos con la comunidad de origen. En sus países de destino la identidad nacional de nuestros compatriotas persiste, tal es el caso de la colectividad boliviana en Argentina con fuertes expresiones culturales y políticas.  Esto debe hacernos repensar las tradicionales categorías de ciudadanía y los derechos asociados. Además ampliar la participación a los que ya no residen en territorio boliviano contribuye a reafirmar sus vínculos de pertenencia, a reconocer la falta de políticas sobre los migrantes, y la responsabilidad del Estado en la decisión de migrar de tantos compatriotas.


Por último, es cierto que aún existen muchas dudas sobre el voto en el exterior (fiscalización, cantidad de votos, costos, etc.) pero de ningún modo se puede calificar con ligereza de injusto que los migrantes participen del proceso electoral únicamente porque no nos agradan sus preferencias.  

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Las cárceles en Bolivia

Ayer (05/11/13) en La Razón (acá) Micaela Alarcón Gambarte expresaba indignada “Basta al trato cruel inhumano y degradante” y tiene toda la razón porque no existe otra forma para referirse a las cárceles en Bolivia.

En Bolivia las cárceles son centros de tortura, y el 23 de agosto de este año en una tragedia sin precedentes que le quitó la vida a 34 personas se evidenció las nefastas consecuencias de nuestro sistema carcelario.

A más de dos meses de la tragedia, la indignación persiste y como afirma la Dra. Alarcón esta tragedia produce “un inexcusable replanteamiento sobre esta problemática en Bolivia”.

En esa línea afirma que el replanteamiento se debe producir en estas áreas:

  1. Construcción de nueva infraestructura;
  2. La presencia estatal y la propia seguridad interna del recinto que deben imponer reglamentos y conductas disciplinarios o penas a reos que incurran en desobediencia o conflictos de poder, es decir, mano dura con los reos;
  3. Extirpar la corrupción y las redes delincuenciales;
  4. Reforma de la Ley de Ejecución Penal;
  5. Modificación al régimen de convivencia de niños menores de edad en la cárcel;
  6. Mayor responsabilidad de las autoridades gubernamentales encargadas del manejo penitenciario, bajo la advertencia de sanciones;
  7. Reformas al sistema de justicia, con más número de juzgados para atender la cantidad de causas procesales que ingresan diariamente y un nuevo proceso oral.


Todas estas medidas parecen importantes ante el problema actual, sin embargo no atacan el problema medular: tenemos un sistema penal decadente y fracasado, que sólo engendra dolor y violencia. Más cárceles, más jueces y mano dura sólo pueden agravar el problema.

Para enfrentar la situación actual debemos reconocer nuestra realidad y exigir que nuestras autoridades tomen en serio los compromisos constitucionales, el Estado no puede legitimar la tortura.

Nuestra población carcelaria (es decir, nuestra población torturada) es de aproximadamente 14.000 personas. Santa Cruz ocupa el primer lugar con más 4.000 reclusos. Casi el 80% son procesados y no tienen condena firme, y 70% están acusados por la Ley Nº 1008. A todas estas personas se les incumple sus derechos básicos.

En los últimos años ha aumentado considerablemente la población carcelaria en Bolivia, en 7 años se duplicó la cantidad de personas que se encuentran tras las rejas. Este es un dato de la “Bolivia cambia, Evo cumple” que no recibe la publicidad que debería. Con la velocidad que aumentan los reos la construcción de nueva infraestructura no solucionarán nunca el problema de las cárceles. Además, el déficit carcelario es alarmante, según datos de la Organización de Estados Americanos (OEA), Bolivia el 2010 tenía una capacidad carcelaria para 4.000 personas hoy tenemos 14.000 reclusos!!! La solución no es más cárceles, es menos reos.

¿Qué hacer?

Aunque algunas de las propuestas de la Dra. Alarcón son necesarias y deben ser debatidas, la única opción, moralmente válida y que honra nuestros compromisos constitucionales es sencilla: No se puede encarcelar una persona más sin cupo, es decir, un juez no puede ordenar la privación de la libertad de una persona sin verificar que el establecimiento carcelario tiene un cupo disponible para recibirlo.

En países como Holanda, antes de encarcelar a una persona el juez debe verificar las condiciones donde será recluida la persona. En países como Argentina y Colombia distintas voces han comenzado a reclamar no más presos sin cupos. Es hora, que en Bolivia realicemos el mismo reclamo.


Paralelamente se deben discutir propuestas como las de la Dra. Alarcón pero decir ¡Basta a la tortura! significa ¡No más presos sin cupos! Este es ineludiblemente el primer paso.

martes, 5 de noviembre de 2013

Bienvenidos

Decidí comenzar con este blog con la finalidad de discutir, analizar, repensar cuestiones relevantes que tienen que ver con el derecho y la política, y ocasionalmente escribir sobre otras cosas (historia, libros, películas, etc.) que también dan qué pensar (y contar).
Espero que el blog sea accesible y pueda ser actualizado con regularidad, una parte muy importante de este blog vendrá de las opiniones de sus lectores con quienes, en la medida de mis posibilidades, trataré de dialogar.
Arrancamos!
AG